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Apparently we had reached a great height in the atmosphere, for the sky was a dead black, and the stars had ceased to twinkle.
Apparently we had reached a great height in the atmosphere, for the sky was a dead black, and the stars had ceased to twinkle. By the same illusion which lifts the horizon of the sea to the level of the spectator on a hillside.

Secretos de alcoba

¿Cuánto afectan los secretos a una relación? ¿Hay secretos más tolerables que otros?

Se puede pensar que la respuesta depende de si el secreto es develado o no, pero no es necesariamente así. Pensemos en el secreto extremo, el de una infidelidad. Andrea le ha sido infiel a Gonzalo con un compañero de trabajo, la relación duró un par de meses y ella la terminó porque no soportaba esa doble vida. Gonzalo nunca sospechó nada.

¿Nunca sospechó nada?, se pregunta Andrea. ¿Y si no es así? ¿Y si se la pasa hurgando en las redes sociales buscando una confirmación de lo que está seguro que sucedió? Andrea no lo sabe, pero por ciertos gestos de Gonzalo teme que sea así. A veces lo nota más distante o callado y le parece que es porque ese tema lo absorbe. Eso aumenta la ansiedad de ella y por momentos piensa que debiera confesarle todo para estar en paz consigo misma y con él. Se lo comentó a su mejor amiga, que le dijo que estaba completamente loca si hacía eso, que ella no le iba a permitir que arruine así su matrimonio y su familia, para colmo por algo que ya ni siquiera existe.

Pero supongamos ahora otro tipo de secreto, el financiero. Gonzalo abrió hace años una cuenta bancaria con un socio, de la que no le dijo nada a Andrea. En esa época la relación no pasaba por un buen momento y él creyó prudente tener ese dinero aparte. Ahora está viendo cómo hacer para volcar esa suma a los activos totales de la familia, pero sabe que Andrea, que está al tanto de todos los movimientos financieros que tienen, se dará cuenta. ¿Cómo se lo podrá explicar? ¿Qué argumentos dar para un secreto que duró años y que él ahora quisiera revelar?

Y así como existen secretos de este tipo, también hay otros menores, pero que también pueden causar dolor al ser develados y sensación de distancia al sentir que hay algo que uno  se está guardando: situaciones de nuestro pasado que no hemos contado como abortos, problemas con las drogas, secretos familiares, etc. Otras veces la otra persona preferiría no enterarse de esas situaciones, que queden sepultadas en la historia de su pareja como algo lejano y olvidado.

¿Cómo saber qué situaciones develar a nuestra pareja y cuáles es mejor evitar? ¿Existe alguna clase de guía para esto? No una guía probablemente, pero sí la necesidad de que cada uno conozca profundamente a la persona con la que está, lo cual muchas veces no sucede: que uno sepa cuáles son sus necesidades emocionales, en especial respecto a lo que tiene que ver con la relación. Si esto lo tenemos en claro, sabremos qué contarle a nuestra pareja, porque si no se sentirá traicionada. También sabremos qué no es necesario decirle, porque quizás la lastimaremos gratuitamente.

Cómo luchar contra los fantasmas del pasado

El padre de Miguel está enfermo, tiene 72 años y sufrió un paro cardíaco. Se está decidiendo si lo van a operar, cuándo y dónde. Miguel pasa una buena parte de su día hablando con sus hermanos y su madre al respecto, consultando con distintos profesionales y, por supuesto, visitando a su padre en la clínica en la que está internado. Su esposa, Lucía, lo acompaña y habla con él sobre este tema, le da ideas, lo consuela cuando lo ve triste y angustiado. Sin embargo, por momentos un sentimiento negativo asoma dentro de ella y al comienzo no logra identificarlo. Luego de pensarlo un poco le parece más que evidente: hace unos cinco años, cuando su propio padre también enfermó y más tarde falleció, Miguel estuvo muy poco a su lado. Estaba ocupado con su trabajo, lo habían promovido recientemente y sus nuevas obligaciones eran casi lo único que parecía contar en su vida en ese momento. Lucía se sintió muy sola respecto de él. Tenía la compañía de sus hermanos y amigas, pero necesitaba que Miguel estuviera allí. Y Miguel no estuvo.

En la medida que pasan las horas y los días Lucía va experimentando como ese resentimiento, que ella creía superado, vuelve a emerger dentro suyo. Sigue acompañando a Miguel con todo lo relativo a su padre, pero no consigue seguir siendo empática. Hace las cosas con un gesto rígido, va con él a la clínica pero casi no le dirige la palabra en el camino, cuando él le habla le contesta con monosílabos. Miguel, pese a lo absorbido que está por el tema de su padre, no puede evitar advertir que algo sucede y se lo pregunta. “Nada”, responde Lucía, “debo estar cansada, mucho stress”. Lucía no quiere hablar del tema. Un poco porque no le sale hacerlo y principalmente porque piensa que es inadecuado plantear algo así en el momento que está atravesando Miguel. Esto último parece tener sentido, pero entonces ¿será mejor no hablarlo nunca? ¿Se le volverá a pasar y seguirán con su vida como si nada?

Seguramente no es el mejor momento para que Lucía le cuente a Miguel lo que siente, pero a la larga será bueno para ambos que lo haga. Sino el resentimiento volverá a aflorar en alguna otra instancia y en otra y en otra, a lo largo de sus vidas. Y esto creará cierta distancia entre ellos que impactará en alguna medida en el vínculo. Sin embargo, si Lucía le cuenta un día a Miguel lo que le sucede y él le responde con indiferencia, negación o justificación, todo empeorará. Habrá sido mejor no decir nada porque ahora la herida será un poco más profunda.

“Me sentí muy sola cuando papá murió, sentí que no me acompañaste” podría decir ella. Pero si él responde “Si, te acompañé, estás equivocada” o “Es que estaba muy ocupado trabajando y haciéndome cargo de nuestros hijos, no entiendo como no lo ves”. Cualquiera de estas respuestas o alguna similar, solo provocarán que Lucía se pregunte para qué abrió la boca.

Para que Lucía sienta que valió la pena haber abierto la boca es necesario que tanto ella como Miguel cumplan con ciertas pautas básicas: ella tendrá que hablar de lo que siente y sintió, intentando no culpar a Miguel. El deberá escucharla y tratar de comprender cómo se siente respecto del tema, sin presentar argumentos en contra ni defenderse. Por ejemplo:

Lucía: “Me sentí muy sola cuando papá murió. Sé que estabas ocupado con muchas cosas, pero yo te necesitaba”

Miguel: “Debe haber sido muy difícil atravesar ese momento sin mi compañía, lo lamento mucho. Ojalá pudiera cambiar el pasado”

Y lo que Miguel todavía no sabe, es que al escuchar a Lucía y responderle de esta manera, de alguna forma está modificando el pasado.

No quiero discutir más!!!

Las peleas y discusiones se vuelven insoportables en muchas relaciones. Por momentos parecería que no hay forma de detenerlas. Otras veces se hacen intentos que funcionan, pero que no duran demasiado. ¿Hay que aceptar tanto conflicto o la única alternativa es pensar en separarse? En este taller veremos alternativas y conoceremos más a fondo el por qué y el cómo de las discusiones de pareja. El mismo incluye:

  • Distintos tipos de discusiones en las parejas
  • Qué le pasa a nuestro cuerpo cuando peleamos
  • Cómo frenar una discusión
  • Cómo conversar sobre aquello que hasta ahora peleábamos
  • Mecanismos de reconciliación eficaces
  • Feedback y consultas de los participantes

 

Duración: 3 horas (con un intervalo de 15 minutos)

Modalidad: a través de Zoom

Próxima fecha: a determinar una vez completado el cupo mínimo

Preguntas e inscripción: info@amorposmoderno.com.ar

Charla abierta: ¿cómo saber cuando una pareja se puede salvar?

A lo largo de mis años de profesión he visto parejas que parecían estar destinadas al fracaso, pero que salieron adelante. También vi otras que daban la impresión de tener todo para mejorar su situación y no lo consiguieron. Sin embargo, en la mayoría de los casos esto no sucede: hay ciertos factores que determinan las mayores posibilidades de que una pareja pueda mejorar su situación o no. Sobre este tema expondré en esta charla, donde también contestaré con gusto sus preguntas.

Duración: 1 hora y media

Modalidad: a través de Zoom

Próxima fecha: a determinar

Preguntas e inscripción: info@amorposmoderno.com.ar

El arte de la conexión física y emocional en la pareja

Cuando comenzamos una relación la conexión física y emocional se encuentran en un nivel alto. Sin embargo, con el correr del tiempo este estado va disminuyendo y a menudo nos preguntamos por qué. En este taller hablaremos sobre esta pregunta y sus posibles respuestas. El mismo incluye:

  • Factores que explican la conexión en la pareja
  • Motivos que la van erosionando y que es esencial aprender a detectar.
  • Diferentes maneras de aumentar y mantener la conexión en el día a día.
  • Herramientas para que la pareja aprenda a detectar su nivel de conexión.
  • Hábitos para aumentar la conexión que la pareja podrá hacer en su casa, durante el taller y luego de éste.
  • Feedback y consultas de los participantes

 

Duración: 3 horas (con un intervalo de 15 minutos)

Modalidad: a través de Zoom

Próxima fecha: a determinar una vez completado el cupo mínimo

Preguntas e inscripción: info@amorposmoderno.com.ar

Desconexiones

Cuándo una relación se empieza a deteriorar

Un ruido la despierta. Abre los ojos y se da cuenta de que él no está al lado suyo en la cama. Entonces se levanta, sale de la habitación y lo encuentra preparándose para salir rumbo al trabajo. Le pregunta si ya desayunó.

  • No – responde él – voy a desayunar en el café que está en la esquina de la oficina
  • ¿No te quedás a desayunar conmigo?
  • No… – dice él, dubitativo – Ya me estoy yendo. Le da un beso y sale por la puerta.

La casa es puro silencio un segundo después. Ella se siente amargada, entristecida, ya no tiene ganas de desayunar. Piensa que algo le pasa a él, que por algún motivo prefiere estar sin ella.

Mientras tanto, él maneja su auto con una sensación de incomodidad y fastidio. No se siente entendido por ella, todo le parece mucha presión. Hasta una mañana en la que se levanta antes y entonces decide ir sólo a desayunar para pensar tranquilo parece convertirse en un problema.

En ese mismo instante, los dos se sienten un poco solos y desconectados del otro, pese a que se acostaron sintiéndose cerca uno del otro y sin mayores inconvenientes. A la tarde cuando se reencuentren habrá una leve tensión, que seguramente se disipe, pero que habrá dejado su huella.

Si ella pudiera decirle: “Pensé que no querías quedarte conmigo, que no me querías tanto como yo pensaba, y eso me puso triste”, él le contestaría: “No es así, te amo más que nunca. Sólo que estabas durmiendo y pensé en ir a tomar un café para pensar con tranquilidad algunos temas del trabajo”. Entonces todo estaría casi resuelto y la leve tensión no dejaría huellas.

Si él pudiera decirle: “Cuando me pediste que me quedara sentí presión, que quiera tomarme un rato a solas para pensar no significa que no quiera que estemos juntos. Son cosas diferentes”, ella le contestaría: “No quisiera que sintieras nunca presión de mi parte. Diciéndome que me amas, dándome un beso y un abrazo, yo me quedó tranquila y reconfortada. Quiero apoyarte en tus proyectos como me siento apoyada en los míos”.

Pero la mayor parte de las veces las parejas no tienen estas simples pero necesarias conversaciones. Y es así que estos pequeños momentos de desconexión comienzan a hacer efecto en el vínculo, al principio imperceptiblemente, día tras días, año tras año. Y cada miembro de la pareja comienza a tener una sensación, muchas veces sin palabras, que va tiñendo el vínculo. Ella me presiona, él no quiere estar conmigo. El  no me entiende, ella prefiere estar con su familia. Etc, etc, etc.

Ningún vínculo se termina porque sí. Algo va a alejando a las personas sin que éstas tengan total conciencia de ello, o quizás piensen que lo que los aleja es algo diferente de lo que en realidad sucede. Esta desconexión gradual va teniendo repercusiones en los diálogos, los momentos que pasan juntos, la sexualidad. Y cuando se toma conciencia de lo que ha pasado muchas veces ya es tarde. Es como cuando nos damos cuenta de que nuestros  hijos han crecido. Pensamos “qué grande está, cuántas cosas no pudimos hacer juntos y su infancia ya pasó”. Pero el niño o la niña ha ido creciendo gradualmente, sólo que no lo íbamos advirtiendo. Lo mismo sucede con la desconexión en las relaciones: debemos hacer algo cada vez que aparece una pequeña tensión, antes de que sea demasiado tarde.

¿Es posible separarse a tiempo?

La mayoría de las personas que se han separado afirman que deberían haberlo hecho mucho antes: quizás sentían culpa por tomar la decisión, o no querían desarmar la familia o suponían que de alguna manera las cosas ya iban a mejorar. Además de estos factores, creo que hay uno que influye especialmente: cuando veo a una pareja y me cuentan acerca de sus desencuentros o sus discusiones, en algún momento yo les pregunto acerca de la época en la que se sentían bien juntos. Cómo fue cuando se conocieron, cuándo se enamoraron o el momento en el que decidieron casarse o vivir juntos. Esto no es más que la famosa historia oral que plantea uno de los más célebres terapeutas de pareja, John Gottman. En ese momento casi siempre el clima de la conversación cambia. Lo que hasta ese momento era tensión y recriminaciones se convierte en complicidad, recuerdos llenos de nostalgia, risas. Pero apenas uno retoma la situación actual, todo vuelve al punto de partida.

Hay algo en casi todos los seres humanos, incluso aquellos que mantienen su mente en el presente o en los objetivos a futuro, hay algo que nos hace resistirnos a perder lo que alguna vez tuvimos. Ese momento de la sesión lo revela con claridad: hay un pasado lleno de felicidad que existió y que todavía está allí de alguna manera. La persona que fuimos, la persona que fue el otro, el vínculo que teníamos. Cuánto más tiempo ha durado la relación más difícil resultará renunciar a ella. He visto parejas que refieren estar mal desde hace años y que sin embargo nunca terminan de separarse. ¿Cómo tomar la decisión? ¿Cómo tomarla a tiempo?

Hay tres factores esenciales en un vínculo de pareja que lo ponen en riesgo cuando disminuyen o desaparecen: dos de ellos son la conexión física y la conexión emocional. La conexión física no es sólo el sexo, pero es principalmente el sexo. Cuando deja de haber sexo placentero ya no hay pareja: hay dos personas que comparten un proyecto en común de familia, que comparten un lugar físico, que en el mejor de los casos se tienen cariño. Salvo que estas dos personas no puedan acceder a su sexualidad por impedimentos físicos o que ambos sientan honestamente que la sexualidad no es algo importante en sus vidas o los poco frecuentes casos donde hay un acuerdo explícito respecto de que ese aspecto del vínculo uno de ellos o ambos lo resuelven fuera de la relación (si el acuerdo no es explícito se trata de una típica situación de infidelidad, sea ésta tolerada o no).  En cuanto a la conexión emocional, me refiero a cuánto esas dos personas saben el uno del otro, se preocupan íntimamente por lo que le pasa al otro, comparten un código en común, se cuidan: lo que todos vemos a simple vista en una pareja en la que reconocemos el amor.

Hay sin embargo un tercer elemento que a veces se menciona y otras no, pero que también resulta esencial: la admiración mutua. Está claro que admirarse no significa pensar o sentir que el otro es alguien excepcional, el mejor en lo que hace o un ser superior. Es ver los detalles en la manera de ser del otro que nos conmueven, valorar sus actitudes, incluso enternecernos con sus defectos. Es la famosa incondicionalidad del amor que hace que esa persona sobresalga para uno por encima de todas las demás y que sintamos que queremos estar con ella para siempre. Una vez una persona me refirió el momento casi exacto en el que decidió que su relación ya era inviable, no importa lo que él o su mujer intentaran. Se encontraba en una reunión social y había un invitado que al parecer cometía todo el repertorio de desubicaciones posibles: decía lo que nadie dice en el momento menos apropiado, hacía bromas que no eran bien recibidas, etc. Alguien le dijo en algún momento de la velada que tenía que aprender a callarse la boca un poco más, lo que el buen señor pareció aceptar a regañadientes. Como estaba acompañado por su mujer, otro de los invitados se compadeció de ella por lo que debía soportar con semejante marido y así se lo expresó. La respuesta de la esposa consistió en una sonrisa de ternura, acompañada por la frase, “es que él es así”. No aparecía ni una pizca de incomodidad o fastidio en su tono, más bien todo lo contrario: estaba diciendo que su marido era así y que ella lo quería como era. Así me lo refirió al menos la persona que me contó esta historia, quien agregó que eso era algo que hacía años no sentía de parte de su propia mujer. Fue en ese momento cuando comenzó a considerar la idea se separarse.

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  • El dinero en la pareja del siglo 21

Supervisión de casos de pareja

– Para terapeutas que atienden problemas de pareja (puede ser en sesiones con formato de pareja o en sesiones individuales)
– Cómo ayudar a la pareja para que tenga un objetivo común a resolver (en el caso de consultas de pareja).
– Cómo hacer una evaluación completa para determinar el estado de una relación, haciendo la correspondiente devolución a la pareja.
– Cómo ayudar a una persona que consulta individualmente por problemas de pareja para que desde sus posibilidades pueda mejorar el vínculo (o aceptar que éste no se puede mejorar y tomar una decisión).
– Cómo manejar las emociones intensas en la sesión de pareja.
– Cómo lograr una conversación terapéutica eficaz y constructiva.

Por Zoom: supervisiones individuales y grupales.

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