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Apparently we had reached a great height in the atmosphere, for the sky was a dead black, and the stars had ceased to twinkle.
Apparently we had reached a great height in the atmosphere, for the sky was a dead black, and the stars had ceased to twinkle. By the same illusion which lifts the horizon of the sea to the level of the spectator on a hillside.

La persona del terapeuta

Taller: “La persona del terapeuta: más allá de la técnica”

Una experiencia de formación que promueve el autoconocimiento y el entrenamiento clínico

Diversos estudios sobre la eficacia de la psicoterapia indican que, con independencia del método o la técnica que apliquemos, la relación terapéutica es uno de los factores que más inciden en los resultados del tratamiento.

Por lo tanto, nuestra presencia es fundamental en el transcurrir de la terapia, la que deberá estar lo más despejada posible de interferencias propias del self del terapeuta.

La posibilidad del terapeuta de involucrarse emocionalmente es una variable crucial en las vicisitudes del proceso terapéutico. Sin embargo, es una variable difícil de investigar, y muy compleja respecto a su incidencia tanto en el paciente como en el profesional. El terapeuta experto debe tener un control adecuado de sus propias emociones para utilizarlas en una estrategia que tenga objetivos claros. Podemos facilitar el encuentro terapéutico y promover el cambio buscado o dificultar el mismo y empantanar el proceso.

Estamos acostumbrados a pensar en las emociones del paciente y nos preocupamos respecto a cómo manejarlas. Pero debemos considerar que muchas veces es el terapeuta el que está alterado en sus emociones en ciertas situaciones clínicas, de tal manera que pierde la posibilidad de operar con claridad respecto a objetivos y estrategias.

Objetivos del taller:

En estos encuentros nos proponemos trabajar sobre las emociones del terapeuta y  compartir experiencias en un marco de comprensión y confidencialidad. Este proceso de intercambio estaría destinado a:

  1. a) incrementar la comprensión de la compleja realidad clínica y su contexto
  2. b) evaluar el grado de compromiso, esfuerzo y desgaste emocional que implica o exige la tarea
  3. c) facilitar una elaboración transformadora para que el psicoterapeuta no quede sobrecargado
  4. d) protegerlo al mismo tiempo de una exposición peligrosa, tanto para su salud como para la eficiencia de su tarea profesional
  5. e) facilitar el aprendizaje de la detección temprana de dificultades, tanto en su propia persona como en el curso de su tarea clínica;
  6. f) incrementar el conocimiento de su persona, fortalezas y debilidades.
  7. G) Trabajar sobre las emociones del terapeuta y cómo manejarlas de modo que no sean un obstáculo para el proceso clínico.

 

Metodología de trabajo:

Entrevista personal e individual previa

Encuentros grupales (actualmente por Zoom)

4 4ncuentros de 3 horas cada uno

Duración 4 hs (9 a 13 hs)

Preguntas constructivas

La manera de preguntar es esencial a la hora de una entrevista terapéutica. Hay preguntas que abren posibilidades y ayudan a las personas a visualizar y concretar los cambios que necesitan.
Realizar las preguntas adecuadas y de la manera adecuada es un arte que todo terapeuta debe aprender y entrenar.
Basado en mi tesis doctoral y los talleres que realicé a propósito de la misma.

Estructura del curso: material teórico práctico, videos demostrativos, ejercicios de role playing

Taller actualmente dictado por Zoom:  3 encuentros de 2 horas y media cada uno.

Informes e Inscripciones: info@amorposmoderno.com.ar

 

¿Elegimos pareja?

Siempre es útil preguntarse por qué cada persona está con quien está, en especial cuando se trata de relaciones a largo plazo; más aún cuando implican convivencia, hijos, un proyecto de familia. Cuando preguntamos a las parejas por qué decidieron estar juntos se escuchan todo tipo de relatos: algunos ni siquiera se acuerdan, otros cuentan que fue algo gradual que se consolidó en la medida en que ambos se fueron conociendo. Otros relatan el típico flechazo: “La vi y pensé: con ésta me caso” o “Cuando me mostraron una foto suya tuve una sensación única, que nunca había tenido al ver a ningún hombre, ni en fotos ni en directo”.

¿Cuánto influye este primer flechazo en que la relación a largo plazo después funcione? Depende. Hay casos en los que las personas refieren claramente que la atracción inicial es lo que aún los mantiene unidos, esa sensación de que hay alguna clase de imán entre ambos que los ayuda a sortear los tiempos difíciles. En otros casos, sin embargo, no parece quedar nada de ese magnetismo inicial. O a las personas no parece importarles. En un clásico del cine italiano, “Nos habíamos amado tanto”, los personajes que encarnan Vittorio Gassman y Stefania Sandrelli sucumben a este vendaval inicial, para luego separarse cuando él se deja llevar por la ambició y se casa con la hija de un millonario. Años después, cuando se reencuentran, él le habla de lo que tuvieron, que se habían amado tanto, y le confiesa que nunca dejó de recordarla. Ella, con naturalidad, le responde que no tuvo la misma experiencia: la cotidianeidad con su marido (otro monstruo del cine italiano, Nino Manfredi), lo que construyeron juntos, pesó más que el romanticismo. Un buen ejemplo artístico de lo que se puede ver día a día en cuanto al impacto del flechazo en la relación a largo plazo.

Por otra parte, hay personas que buscan a alguien que cumpla ciertos requisitos: que tenga un título universitario o tales ingresos o no más de tantos años. Suponen que una persona con tales características los hará felices o los ayudará a tener una mejor vida. O que será mejor aceptada por su entorno social. O que les dará mayor placer visual y sexual una persona rubia, morocha, alta o elegante. ¿Encontrar a una persona de esta manera es elegirla? ¿O elegirla es dejarse guiar por el instinto, el amor a primera vista?

No hay teorías concluyentes sobre cómo la gente elige a su pareja, pero existen diferentes enfoques. Algunos apuntan a lo puramente químico: elegimos a alguien por su olor, lo cual asegura que con esa persona tengamos hijos lo más sanos posibles, con menos probabilidades de contraer enfermedades. Esto explica porque ciertas personas se atraen especialmente, sienten compatibilidad sexual y tienen la conocida “química”. Se trata de nuestro lado más animal, pero que no por eso debemos desdeñar: es el que nos brindará una satisfacción que resulta esencial en el día a día, aunque no con eso baste.

Otras teorías señalan que solemos buscar personas que se parezcan a nuestros padres, alguien que tenga ciertas características físicas y de personalidad que nos resultan familiares y que nos generan serenidad y contención, siempre y cuando eso sea lo que recibimos en nuestra infancia. O que, por el contrario, elegimos a quien tiene ese aspecto de nuestros progenitores que más nos afectó, de manera de poder resolver con nuestra pareja lo que seguimos padeciendo desde siempre: por ejemplo, somos sensibles al control de los demás porque tuvimos una madre controladora y elegimos a alguien que es igual a nuestra madre buscando que nos ayude a liberarnos y hacer lo que realmente queremos.

Más allá de las teorías, he aquí mi posición sobre qué es elegir y qué es no elegir una pareja. Somos diferentes y no todos debemos elegir por los mismos motivos: hay quien ama mucho a alguien, pero considera que las diferencias religiosas les impedirán ser realmente felices. O quien no siente una pasión intensa, pero intuye que una buena vida le aguarda junto a la persona que quiere. Cada uno es como es y todos los estilos deben ser respetados.

Hay motivos que escapan a nuestra razón por los cuales nos apegamos a alguien y esos motivos nos pueden hacer bien o mal. Sin embargo, esos son las verdaderas razones que debemos escuchar. Si algo muy intenso nos hace querer estar con una persona, y eso va más allá de la etapa de enamoramiento, entonces esa es una fuerza muy poderosa que no podemos ignorar, no importa cuánto nos diga nuestra razón. Sin embargo, es también imprescindible examinar cuándo estamos eligiendo por motivos emocionales que no tienen que ver con la persona que queremos estar sino con nosotros mismos: quizás estamos formando una pareja por no estar solos, porque apremia la maternidad, por complacer a nuestros padres o porque queremos escapar de otro vínculo que nos estaba haciendo mal. Por supuesto, muchas veces no somos conscientes de estos motivos y seguimos adelante con nuestra elección. Antes de dar ciertos pasos trascendentes (convivencia, casamiento, paternidad o maternidad) entonces, todos deberíamos dar un gran espacio a la reflexión y llegar a lo profundo de nuestras motivaciones, hasta ser capaces de responder la pregunta: “¿Estoy realmente eligiendo a esta persona?”

Fue bueno mientras duró

La mitad de las parejas se separan. De la otra mitad, ¿Cuántas realmente están satisfechas?

Hoy casi todo el mundo desconfía de las relaciones “para toda la vida”. Sin embargo, apenas se está en una relación, apenas se enciende el fuego del enamoramiento, la mayoría de las personas comienzan a fantasear con este amor eterno. ¿Cómo pensar que esto que es tan maravilloso, que nos llena y nos completa tanto, un día quizás no muy lejano se haya marchitado? Difícil, sino imposible.

Es por eso que actuamos en consecuencia. Pensamos “la mayoría de las relaciones se marchitan o se terminan, pero ésta que estoy viviendo es de las excepciones”. Por eso es que tomamos decisiones, hacemos planes, realizamos juramentos. Y el día en que eventualmente se acaba, entonces nos decimos que fuimos ingenuos, que nos dejamos engañar, que no era la persona para nosotros, que las relaciones de pareja no son para toda la vida finalmente…

Los que hacen acuerdos prenupciales pertenecen al universo de aquellos que pueden sentir algo, pero pensar que
ese algo quizás sea una ilusión. Al mismo tiempo, esa salvedad legal desprovee al vínculo de la famosa “magia”, de
la fantasía de que esto es único y para siempre. La relación ya comienza con un “seguro contra todo riesgo”.
Quizás funcione o quizás no. Veremos. Pero por las dudas de que no funcione, firmamos estos papeles.

¿Se puede creer en algo y al mismo tiempo desconfiar de ello? ¿Se puede sacrificar la ilusión del presente por si el
futuro nos desilusiona? ¿Cómo resolver este acertijo emocional?

Carla (41) y Luis (46) me contaron una vez su secreto, lo que a que ellos les funcionaba después de varios años de
estar juntos. Los dos venían de largas relaciones anteriores cuando se conocieron. Carla había estado casada por

casi diez años y Luis había convivido dos veces. Obviamente, todas esas relaciones terminaron mal. Cuando se en-
contraron, los dos se habían separado hacía poco. Sintieron una atracción instantánea e imparable, un vendaval

que no podían detener. Al mismo tiempo, ambos estaban temerosos de un nuevo fracaso, ninguno quería ilusion-
arse demasiado a pesar de todo lo que estaban sintiendo. Pero claro, ninguno le manifestaba esto al otro y ambos

pensaban que en el fondo el otro no estaba tan enamorado o entusiasmado, lo que por supuesto aumentaba los
miedos y hasta cierta tentación de huir para no sufrir. Pero por suerte ninguno lo hizo. Seguían juntos después de
meses, teniendo la mejor conexión que habían tenido en sus vidas con una pareja, el mejor sexo, los momentos
más divertidos, pero el miedo no se iba…Hasta que un día ocurrió lo que por suerte ocurrió: Carla le dijo a Luis
“hay algo importante que te quiero decir, algo que siente respecto de nosotros y que me llena de angustia. La
mayor parte del tiempo tengo miedo de que esto se termine, como se terminó mi matrimonio que una vez había
parecido tan perfecto. Y además siento que quizás vos no estás tan enganchado como yo en la relación, a veces te
veo como dubitativo y eso me hace angustiarme todavía más”. Cuál sería su sorpresa cuando Luis le confesó que a
él le pasaban exactamente las mismas cosas. Se abrazaron, lloraron, se prometieron ser siempre sinceros el uno
con el otro, pero igualmente se siguieron preguntando cómo superar sus miedos.

 

Nuestros vínculos en nuestro tiempo @amorposmoderno

Una pareja emocionalmente inteligente sabe cuando frenar una discusión

Si no recuerdas la más ligera locura en la que el amor te hizo caer, no hay amado. WS

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