Desconexiones
Cuándo una relación se empieza a deteriorar
Un ruido la despierta. Abre los ojos y se da cuenta de que él no está al lado suyo en la cama. Entonces se levanta, sale de la habitación y lo encuentra preparándose para salir rumbo al trabajo. Le pregunta si ya desayunó.
- No – responde él – voy a desayunar en el café que está en la esquina de la oficina
- ¿No te quedás a desayunar conmigo?
- No… – dice él, dubitativo – Ya me estoy yendo. Le da un beso y sale por la puerta.
La casa es puro silencio un segundo después. Ella se siente amargada, entristecida, ya no tiene ganas de desayunar. Piensa que algo le pasa a él, que por algún motivo prefiere estar sin ella.
Mientras tanto, él maneja su auto con una sensación de incomodidad y fastidio. No se siente entendido por ella, todo le parece mucha presión. Hasta una mañana en la que se levanta antes y entonces decide ir sólo a desayunar para pensar tranquilo parece convertirse en un problema.
En ese mismo instante, los dos se sienten un poco solos y desconectados del otro, pese a que se acostaron sintiéndose cerca uno del otro y sin mayores inconvenientes. A la tarde cuando se reencuentren habrá una leve tensión, que seguramente se disipe, pero que habrá dejado su huella.
Si ella pudiera decirle: “Pensé que no querías quedarte conmigo, que no me querías tanto como yo pensaba, y eso me puso triste”, él le contestaría: “No es así, te amo más que nunca. Sólo que estabas durmiendo y pensé en ir a tomar un café para pensar con tranquilidad algunos temas del trabajo”. Entonces todo estaría casi resuelto y la leve tensión no dejaría huellas.
Si él pudiera decirle: “Cuando me pediste que me quedara sentí presión, que quiera tomarme un rato a solas para pensar no significa que no quiera que estemos juntos. Son cosas diferentes”, ella le contestaría: “No quisiera que sintieras nunca presión de mi parte. Diciéndome que me amas, dándome un beso y un abrazo, yo me quedó tranquila y reconfortada. Quiero apoyarte en tus proyectos como me siento apoyada en los míos”.
Pero la mayor parte de las veces las parejas no tienen estas simples pero necesarias conversaciones. Y es así que estos pequeños momentos de desconexión comienzan a hacer efecto en el vínculo, al principio imperceptiblemente, día tras días, año tras año. Y cada miembro de la pareja comienza a tener una sensación, muchas veces sin palabras, que va tiñendo el vínculo. Ella me presiona, él no quiere estar conmigo. El no me entiende, ella prefiere estar con su familia. Etc, etc, etc.
Ningún vínculo se termina porque sí. Algo va a alejando a las personas sin que éstas tengan total conciencia de ello, o quizás piensen que lo que los aleja es algo diferente de lo que en realidad sucede. Esta desconexión gradual va teniendo repercusiones en los diálogos, los momentos que pasan juntos, la sexualidad. Y cuando se toma conciencia de lo que ha pasado muchas veces ya es tarde. Es como cuando nos damos cuenta de que nuestros hijos han crecido. Pensamos “qué grande está, cuántas cosas no pudimos hacer juntos y su infancia ya pasó”. Pero el niño o la niña ha ido creciendo gradualmente, sólo que no lo íbamos advirtiendo. Lo mismo sucede con la desconexión en las relaciones: debemos hacer algo cada vez que aparece una pequeña tensión, antes de que sea demasiado tarde.