Fue bueno mientras duró

La mitad de las parejas se separan. De la otra mitad, ¿Cuántas realmente están satisfechas?

Hoy casi todo el mundo desconfía de las relaciones “para toda la vida”. Sin embargo, apenas se está en una relación, apenas se enciende el fuego del enamoramiento, la mayoría de las personas comienzan a fantasear con este amor eterno. ¿Cómo pensar que esto que es tan maravilloso, que nos llena y nos completa tanto, un día quizás no muy lejano se haya marchitado? Difícil, sino imposible.

Es por eso que actuamos en consecuencia. Pensamos “la mayoría de las relaciones se marchitan o se terminan, pero ésta que estoy viviendo es de las excepciones”. Por eso es que tomamos decisiones, hacemos planes, realizamos juramentos. Y el día en que eventualmente se acaba, entonces nos decimos que fuimos ingenuos, que nos dejamos engañar, que no era la persona para nosotros, que las relaciones de pareja no son para toda la vida finalmente…

Los que hacen acuerdos prenupciales pertenecen al universo de aquellos que pueden sentir algo, pero pensar que
ese algo quizás sea una ilusión. Al mismo tiempo, esa salvedad legal desprovee al vínculo de la famosa “magia”, de
la fantasía de que esto es único y para siempre. La relación ya comienza con un “seguro contra todo riesgo”.
Quizás funcione o quizás no. Veremos. Pero por las dudas de que no funcione, firmamos estos papeles.

¿Se puede creer en algo y al mismo tiempo desconfiar de ello? ¿Se puede sacrificar la ilusión del presente por si el
futuro nos desilusiona? ¿Cómo resolver este acertijo emocional?

Carla (41) y Luis (46) me contaron una vez su secreto, lo que a que ellos les funcionaba después de varios años de
estar juntos. Los dos venían de largas relaciones anteriores cuando se conocieron. Carla había estado casada por

casi diez años y Luis había convivido dos veces. Obviamente, todas esas relaciones terminaron mal. Cuando se en-
contraron, los dos se habían separado hacía poco. Sintieron una atracción instantánea e imparable, un vendaval

que no podían detener. Al mismo tiempo, ambos estaban temerosos de un nuevo fracaso, ninguno quería ilusion-
arse demasiado a pesar de todo lo que estaban sintiendo. Pero claro, ninguno le manifestaba esto al otro y ambos

pensaban que en el fondo el otro no estaba tan enamorado o entusiasmado, lo que por supuesto aumentaba los
miedos y hasta cierta tentación de huir para no sufrir. Pero por suerte ninguno lo hizo. Seguían juntos después de
meses, teniendo la mejor conexión que habían tenido en sus vidas con una pareja, el mejor sexo, los momentos
más divertidos, pero el miedo no se iba…Hasta que un día ocurrió lo que por suerte ocurrió: Carla le dijo a Luis
“hay algo importante que te quiero decir, algo que siente respecto de nosotros y que me llena de angustia. La
mayor parte del tiempo tengo miedo de que esto se termine, como se terminó mi matrimonio que una vez había
parecido tan perfecto. Y además siento que quizás vos no estás tan enganchado como yo en la relación, a veces te
veo como dubitativo y eso me hace angustiarme todavía más”. Cuál sería su sorpresa cuando Luis le confesó que a
él le pasaban exactamente las mismas cosas. Se abrazaron, lloraron, se prometieron ser siempre sinceros el uno
con el otro, pero igualmente se siguieron preguntando cómo superar sus miedos.